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Reguladores enfrentan dilema al categorizar nuevos cultivos modificados que no son transgénicos

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Nuevas técnicas de edición genética permiten alterar el ADN de los cultivos de formas parecidas a como lo hace la agricultura convencional, pero todos se incluyen en la misma definición de OGM.

Los reguladores que intentan averiguar cómo supervisar la generación de nuevas cosechas modificadas genéticamente se enfrentan a un dilema: las técnicas de edición genética están dificultando la identificación de los organismos genéticamente modificados (OGMs).

La forma en la que los OGMs sean definidos en las nuevas regulaciones podría restringir o ampliar las oportunidades para innovar en la agricultura biotecnológica. Por ejemplo, leyes como las de Vermont (EEUU) definen a los OMG como aquellos «producidos mediante la ingeniería genética».

Por supuesto, el término «OGM» es coloquial, no científico. Aunque significa «organismo modificado genéticamente», no se aplica a cada una de las cosechas cuyos genes han sido modificados. Esta etiqueta suele usarse específicamente para plantas o animales que contengan ADN procedentes de otros organismos, los transgénicos. Esa definición resulta clara para el caso de la mayoría de las cosechas modificadas genéticamente actualmente disponibles, que incorporan genes de bacterias que las vuelven resistentes a plagas o ciertos herbicidas. Pero técnicas como CRISPR, que pueden emplearse para realizar modificaciones precisas en el ADN de una planta sin añadir ningún material genético nuevo, están poniendo en tela de juicio la utilidad del término, al menos desde un punto de vista regulatorio.

La edición genética ya ha generado nuevos rasgos beneficiosos mediante la eliminación de un pequeño número de letras de ADN. Una nueva variedad de patata no produce tanta acrilamida, un presunto carcinógeno, al freírse. Un champiñón, el primer cultivo CRISPR en recibir oficialmente luz verde del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés), no se vuelve marrón con tanta facilidad.

¿Son estas cosechas OMG? Eso depende de a quién se le pregunte. La mayoría de los oponentes a la ingeniería genética agrícola dirían que sí. Los reguladores federales de Estados Unidos en efecto dicen que no, al menos de momento.

Bajo el sistema actual, la USDA es el principal regulador de las cosechas modificadas genéticamente en EEUU. La autoridad de la agencia nace de una ley que le ortoga la responsabilidad de proteger las cosechas y el medio ambiente de «plagas de plantas». La mayor parte de la generación anterior de OGM fue sujeta a las regulaciones porque fue producida con el uso de bacterias del suelo para entregar nuevo material genético, porque el nuevo gen procedía de la bacteria, o ambas cosas. Pero un creciente número de nuevas variedades de cosechas están esquivando las regulaciones porque las técnicas empleadas en su desarrollo no requieren el uso de una plaga de plantas, y las plantas no contienen ADN ajeno.

Las variedades que han sido modificadas sin añadir ADN nuevo están difuminando la distinción entre la ingeniería genética y el cultivo convencional. Las modificaciones de sus genomas son de tipo similar a las que se consiguen mediante una técnica común llamada mutagénesis, que utiliza productos químicos o radiación para inducir mutaciones, o cambios genéticos, que generan beneficiosos rasgos nuevos. La mutagénesis es considerada un enfoque de cultivo convencional, y ha formado parte del desarrollo de miles de variedades nuevas durante las últimas décadas, incluido el pomelo Ruby Red.

Si el champiñón desarrollado con CRISPR que no se vuelve marrón es un OGM, ¿por qué no lo sería una cosecha desarrollada mediante la mutagénesis? «Resultaría razonableconsiderar OMG cualquier cosa en la que un genoma haya sido manipulado en el laboratorio», según el profesor de bioquímica de la Universidad de Wisconsin en Madison (EEUU) Richard Amasino. El experto explica: «Si haces mutagénesis con un producto químico, has manipulado el genoma en el laboratorio. De cualquier modo, un cambio de unas pocas letras de ADN es comparable a los cambios que se producen de forma espontánea en la naturaleza, afirma.

El término «OGM» no es siempre el más acertado, según la profesora de comunicaciones de ciencias biológias, también de la Universidad de Wisconsin, Dominique Brossard. Considera que la edición genética está «revolucionando por completo la idea de lo que podría ser la ingeniería genética».

De todas formas, calificar algo de «modificado genéticamente» no indica nada de por sí acerca de los riesgos para la salud humana ni el medio ambiente. Por eso un comité de 20 expertos, incluidos Amasino y Brossard, recomendaron en un exhaustivo informe publicado la semana pasada por la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos que las nuevas regulaciones se centren no en el proceso empleado para generar una nueva variedad de planta, sino en las nuevas características de la planta. Eso se parecería más al sistema de Canadá, donde lo que les importa a los reguladores no es la técnica de cultivo sino si la planta es «novedosa».

El comité también abogó por que las tecnologías para analizar el ADN de una planta, además de las moléculas y proteínas producidas por sus células, puedan ser empleadas para probar variedades nuevas en busca de cambios no intencionados y determinar si las cosechas presentan nuevos riesgos frente a sus homólogas no modificadas.

Estas conclusiones ahora serán consideradas por la USDA, que este año informó al público de que exploraría cambios en las regulaciones. Las actuales definen un «organismo modificado genéticamente» como uno «modificado genéticamente mediantetécnicas de ADN recombinante» que excluye cosas como el champiñón producido con CRISPR.

La agencia está considerando varias definiciones nuevas para las nuevas regulaciones, que no incluyen una para la «ingeniería genética». La más importante define la «biotecnología» como las técnicas empleadas para eliminar segmentos del genoma, añadir segmentos nuevos o cambiarlo mediante «alteraciones dirigidas». Bajo las definiciones propuestas, un organismo regulado sería uno producido mediante una biotecnología que presente riesgos de plagas o de malas hierbas tóxicas.

Mientras tanto, la ley de etiquetado de Vermont, que entrará en efecto en julio, ha obligado a varias importantes empresas de alimentos a emplear la etiqueta de «producidos mediante la ingeniería genética» a nivel nacional. ¿Está sujeta la edición genética a esa ley? «La respuesta simple es sí», afirma el fiscal general adjunto de Vermont, Todd Daloz. Pero añade que el escenario del uso de la edición genética para generar un resultado parecido al que se logra mediante técnicas de cultivo convencional «se merece un examen más profundo».

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